Prudencia Linares

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Prudencia Linares se levantó sin haber dormido, se bañó y se vistió con el hábito franciscano. Oró de rodillas durante media hora y después deshizo la barricada con que aseguraba su puerta. Salió al pasillo y el aire caliente de la mañana se le pegó al rostro, produciéndole una congoja mayor a la de los días anteriores. Se dijo para sí misma que esa pena formaba parte de su castigo y que cuando llegara a confesarse con su Santidad ya casi habría pagado la penitencia que le correspondía. Ese día no pasó por la fonda y en ayuno se dirigió hacia el Vaticano, en su trayecto se fue llenando del dolor de los miserables y desgraciados que pululaban por los callejones de la ciudad.

A media mañana se encontraba frente a la enorme puerta que la conduciría hasta el Papa. Esperó largo tiempo hasta que un cardenal se acercó a ella solicitándole le entregara la gracia que con anterioridad se le había concedido, ella puso el diminuto sobre en la blanca mano de aquel hombre que no dejaba de mirarla a los ojos – Por aquí – dijo y se fue delante de ella. La llevó a una pequeña sala y la dejó en un reclinatorio. Después de unos momentos de silencio, detrás de ella, el Papa dijo en perfecto español – Dime tu pecado Prudencia – Ella volteó y vio su cara de anciano, cargando todas las penas del mundo y balbuceó – Su Santidad, deseo a mi esposo… a mi esposo muerto – El Papa se quedó estático momentáneamente y enseguida le dijo – Prudencia, ve con tu pecado, si lo olvidas entonces vuelve.

El largo adiós

Por Saúl Dávila Huízar

Hubiera deseado prolongar el adiós, hacerlo interminable volverlo un lejano recuerdo para que nunca le hiciera la memoria. Dijo sólo un –hasta luego- sin mayor convicción ni deseo dejándolo flotar en el aire mientras encendía su pick-up: dio la vuelta sin mirarla, sabiendo que habría sólo unos cuantos encuentros más para que finalmente todo acabara. Sabía que las preguntas recién comenzaban, que la tristeza apenas llamaba a su puerta. Esa noche repasó todas y cada una de las imágenes, ¿Soñadas?, tal vez, ¿Imaginadas?, tal vez, pero indudablemente hermanas de las tantas noches de insomnio que sabía le aguardaban. Sigue leyendo

Por qué Moralito…

«La gota fría» es un vallenato compuesto por Emiliano Zuleta Baquero en 1938 tras una controversia con el músico Lorenzo Morales.

De ahí el seudónimo de Moralito, «que cultura va a tener, un indio chumeca…»

a continuación unos versos:
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Acordate Moralito de aquel día
Que estuviste en Urumita
Y no quisiste hacer parranda
Te fuiste de mañanita
Sería de la misma rabia…

…Para tocar con Lorenzo, mañana sábado, da e’ la Virgen
Me lleva el o me lo llevo yo
Pa’ que se acabe la vaina…

…Qué cultura, qué cultura va a tener
Un indio chumeca
Como Lorenzo Morales
Que cultura va a tener si nació en los cardonales…