Teresa

Por Saúl Dávila Huízar

Teresa tiene la mirada torva, su cuerpo se envuelve en la falda negra y el chal que le cubre la cabeza, lo único que asoma entre sus ropas, es esa mirada que se llena de rencor cada vez que sale a la calle. Arrastra su existencia desde muy temprano, cuando de mañana llaman las campanas a misa; a su regreso desaparece detrás de la puerta que cede trabajosamente a el empuje de su cuerpo. ¿Cuánto hace que llegó a esa casa?. La pregunta queda suspendida de un tiempo añejo, lleno de olores rancios y de telarañas que penden del techo.

Los años volvieron polvo los recuerdos de cuando era jovencita y su rostro brillaba cuando veía a Agustín; entonces se desvivía por atenderle y anteponerle su presencia con todo el poder de persuasión de sus quince años. Poco a poco supo abrirse camino hasta sus afectos, acariciándole con la voz, al lavar y plancharle la ropa, al hacerle la cama, al preparar y servirle la comida; llenándolo de atenciones que obtenían una respuesta que alegre se aposentaba en los delgados labios del joven Agustín. Sigue leyendo

El largo adiós

Por Saúl Dávila Huízar

Hubiera deseado prolongar el adiós, hacerlo interminable volverlo un lejano recuerdo para que nunca le hiciera la memoria. Dijo sólo un –hasta luego- sin mayor convicción ni deseo dejándolo flotar en el aire mientras encendía su pick-up: dio la vuelta sin mirarla, sabiendo que habría sólo unos cuantos encuentros más para que finalmente todo acabara. Sabía que las preguntas recién comenzaban, que la tristeza apenas llamaba a su puerta. Esa noche repasó todas y cada una de las imágenes, ¿Soñadas?, tal vez, ¿Imaginadas?, tal vez, pero indudablemente hermanas de las tantas noches de insomnio que sabía le aguardaban. Sigue leyendo

Contrabando y traición

Por Saúl Dávila Huizar

No sabes que algo va a suceder hasta que te pasa, esa fue la gran lección que tras largos años de andar a salto de mata me dejó la vida. Aquella mañana parecía como un día mas, y solo después de los tristes acontecimientos que un poco más adelante relataré, me fui dando cuenta que desde las primeras horas la fatalidad ya estaba presente y que bien poco pude haber hecho para evitarla.

La noche anterior había sido una más de tantas noches, y hubiera pasado desapercibida sino me hubiera encontrado nuevamente con la machincuepa, o sea la Rosario, a quien así apodábamos por su gran capacidad de caer parada y sobre blandito cada vez que la lumbre le llegaba a los aparejos. Fuimos algo así como “partners”, y nos habíamos conocido rodando en esto de las cosas del bisnes, y desde el primer momento en que la vía, ella me vio y los dos supimos que “algo” tenía que suceder. Aunque es menester aclarar que la liviandad de sus cascos y su muy bien ganada fama de mujer fácil, permitían suponer que nomás era cosa de moverle tantito para ganar sin mucho esfuerzo sus favores. Sigue leyendo

Un día más

Por Guillermo René Dávila Huízar

“El amor a veces llega
como un gato nocturno
lleno de oscuridad y de silencio…”
Carlos Pinto

Podría decir que así me sucedió a mí, en uno de esos momentos oscuros de la vida, en que nada pides y que tampoco nada esperas, simplemente queriendo que el tiempo pase muy rápido para poder encontrarte con una nueva etapa de tu vida. Con una vida de exilio voluntario, intentando aprender algo que quizás otros tienen y que aún tu ignoras, no sólo que existe, sino que es importante para tu vida. O quizás huyendo de un algo que te tiene ya enfadado y absorto, o aún quizás mejor, con el proyecto a cuestas de encontrar la mujer de tu vida y con ello la felicidad, pero pensando para nada en el amor. Sigue leyendo

Chava

Por Guillermo René Dávila Huízar

Salvador fue, es y ha sido casi hasta últimas fechas un individuo carismático, en las múltiples, ocasiones que tuve la fortuna de salir con él, apenas si podía descuidarme un segundo-a esperar el camión el metro- cuando el ya se encontraba entablando relación con alguien y casi de inmediato intercambiaba teléfonos y direcciones, y desde luego no perdía oportunidad de presumir su rotulante y extraña formación o por lo menos de ofrecer sus servicios para cualquier situación legal o administrativa. Decididamente pareciera que Chava nació para cultivar las relaciones y fue quizás ello lo que lo decidió a tomar la carrera de Relaciones Internacionales. Desde luego las mujeres no fueron un problema para él, según su propio decir, su exquisita y clara fisonomía inglesa, así como su atractivo perfil griego, por no mencionar el rizado de su cabello rubio y la silueta perfecta de su cuerpo, de abdomen pronunciado, y que tan perfecto les venía a los cortes de casimir ingles de Robert’s y Liverpool, hacían imposible todo intento de resistencia por parte del genero débil. Sigue leyendo

Un sueño

 Por Saúl Dávila Huízar

De todas mis preguntas,
de todas mis respuestas,
¿Habrá alguna en la que no hayas estado?

Cuando quise escapar ya no me fue posible. Te di un solo boleto para que tu regreso tardara tanto como el tiempo en consumirse. Tú habrías preguntado si era fuerza que hubiese un adiós, como en todas las historias de amor que se precian de serlo, y yo entonces sin una respuesta, sólo te miré, queriendo ver a través de ti todos los años que no serían para nosotros; y traté de sonreír, con esa sonrisa que tú bien conoces y que alguna vez recordaste. El tren silbó y el último recuerdo, tu último recuerdo, fue esa mirada triste girando hacia mí, buscando descifrar que era lo que estábamos perdiendo. Las batallas vienen juntando las palabras de odio, y me llevan de la mano hasta otros confines que nunca supieron del miedo de inventar los sueños, y de olvidar las pesadillas que ensombrecen los días en la pesada carga de vivir con ellas. Sólo cuando te fuiste se abrieron los cielos dejando entrever el verdadero camino hacia el infierno, porque no volví a soñar con mi dios, ni a mi mesa llegaban sus bendiciones, sólo escuché tu voz, como el canto de una sirena, que me llevó ciego de amor hacia el acantilado donde me despeñé para darte mi corazón envuelto en llanto. Sigue leyendo

Recortes

Por Saúl Dávila Huízar

 “Two mexicans aliens were shot last night at the crossing point by officers of the border patrol no charges were formulated” The San Diego Tribune, May 9, 1989

San Diego la ciudad pez, la ciudad camino, la ciudad que se envuelve en las madrugadas del aliento que respira el mar, y que llena sus calles con los pasos de quienes buscan en sigilo, la ruta que los hará llenar todos y cada uno de sus sueños. Sueños que nunca despiertan, que se quedan colgados de la aguja del último viaje, después de todo una vida de mendicidades; sueños que atraviesan inmensas llanuras y que se quedan recostados debajo de la mesa, añorando los cielos infinitos dónde crecían sin una cerca de púas, sin la maldita obsesión de salir corriendo en pos de una mentira. San Diego vuelve todos los días a recobrar la parsimonia, a llenar las noticias de los diarios con la total indiferencia de quien se ha acostumbrado a lo inaudito, lleva en sus entrañas la sal de nuestras muertes gritadas, apaleadas, destrozadas entre miles de huellas que borran la sangre en una carrera sin sentido. Sigue leyendo

Nacho

Por Saúl Dávila Huízar

 Apareció por mi vida en momentos aciagos, para ayudarme a traspasar la línea que separa a los hombres de empresa de los mediocres. Nuestra larga amistad, nació como el fruto de las circunstancias, en una noche en la que mi patrón se fue de parranda con una de sus novias en turno, dejando desprotegido y al alcance de mi mano el teléfono: instrumento fundamental en eso de correr el negocio y mantener funcionando las endebles lealtades. Era nacho, así me lo hizo saber y estaba súper urgido de un levantón. Para esos entonces gracias a una tenaz voluntad de salir de perico-perro y convertirme, si la vida me lo permitía, en el hacedor de mi propio destino, había comprado con un esfuerzo supremo un carro y una pick-up; herramientas indispensables en esto de transportar ilegales. Sin entrar en detalles le pedí sus coordenadas, y me salí con todo y mis escasas pertenencias. Sabía, que había ganado la oportunidad de llegar a ser jefe, pero asimismo, que perdía toda posibilidad de regresar a la seguridad y el confort de esa casa y de volver a mirar otra vez a su único ojo a mi ex–patrón el tuerto. Sigue leyendo

Las entregas

Por Saúl Dávila Huízar

Cuando me fui, ya todo estaba dicho. Los motivos de mi partida no convencieron a nadie pero de igual manera me marché. A esas alturas y después de tanto desmadre ¿Qué podía importarme la opinión de unos interesados nomás en el pinche dinero?. Aunque desde el principio lo confieso, yo también quise creer que la teníamos hecha, ¡qué bueno!, todo tiene su consabida dosis de riesgo, pero ¡carajo!, el que no se arriesga pues nomás no cruza el río. Y vaya que sí crucé el río, y el freeway y la playa, nomás porque el pinche de mi patrón no tenía papeles, quesque para él, gran personaje de la mafia, era más seguro cruzar por el cerro. Y ahí me tienen siguiéndolo a todas partes y pasando las de Caín, escondido en los matorrales, entre los puentes, en los tubos de los drenajes; hasta el cogote de lodo, porque de que traías un migra detrás de ti, no te quedaba otra que zambullirte en el agua por más puerca que estuviera y ya; en lo mero hondo de la charca, podías decirles de todo y hasta mentarles la madre, sin que ellos se acercaran siquiera por miedo a ensuciar el uniforme. Sigue leyendo

La última batalla

Por Saúl Dávila Huízar

Todas las noches la espero trepado en la ventana, escucho desde que abre la puerta sus pasos que atraviesan el pasillo y suben por la escalera. Corro y me escondo bajo las cobijas, luego se enciende la luz, descubre mi cara, y me da un beso. Después, en la oscuridad, ya nada más escucho el rechinar de la cama cuando se mete entre las sábanas. Hace muchos meses que pá no está con nosotros, yo creí que siempre estaría conmigo. Lo extraño, principalmente en la Navidad cuando me ayuda a abrir los regalos; entonces siento bonito cuando descubro lo que me trajo el niño Jesús. A mi siempre me trae los juguetes que tanto me gustan: soldaditos, pistolas, rifles y cañones; tengo muchos y por las tardes, después de llegar del colegio, los acomodo como dos ejércitos a punto de iniciar la batalla y me paso horas y horas tirado en el piso apuntando y disparando con sus rifles en miniatura, colocando los cañones y haciéndolos avanzar, mientras que simulo los disparos y las órdenes de los generales. Con mis manos tiro los soldaditos que caen en medio de gritos de dolor, luego los aparto y los voy echando en la caja de juguetes, hasta que uno de los dos ejércitos resulta victorioso. Entonces recojo todo y lo guardo hasta el día siguiente. Sigue leyendo