La caricia de Arlecchino

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Brighella lo vio entrar ataviado con su natural traje ajedrezado. El escozor del desprecio de Columbina le volvió a abrazar el pecho y la boca se le amargó de sabor a hiel. Lo había invitado para regodearse viéndolo derrumbado, mientras imaginaba múltiples formas de deshacerse de él. Sigue leyendo

La reina teñida de rojo

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Con la frente erguida avanza lentamente, sin miedo, sin angustia, con la certeza de que si tuviera que volver a vivirlo lo haría sin remordimiento, sin el menor rescoldo de culpa, lo volvería a gozar, a paladear. Una y otra vez lo dejaría navegar por las bahías de su cuerpo, apaciguar las tormentas de sus deseos y acompañarla hasta un nuevo amanecer. Sigue leyendo

La primera y la última

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Marcelino ve el cuerpo del Málaga tirado en  el suelo, amarrado a la silla, con el rostro hinchado, los ojos reventados y los labios cayéndosele en pedazos. Trata de buscar en su interior un sentimiento pero la intención se pierde en un pantano de indiferencia. No siente nada, un muerto más y no siente nada, al final, después de convencerse de que ya no hay angustia, de que ni siquiera siente esa ligera amargura en la boca que le producía mal aliento, sólo queda el fastidio. Sigue leyendo

Por cinco mil pesos

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Desperté con un grito que se alargó sobre la noche, perdiéndose en los rincones de la habitación. Un grito largo, doloroso, como arrancado desde la médula de los huesos, y en medio del grito, la imagen fija del rostro violáceo de José María, con los ojos en blanco y una mancha de sangre reseca desde la boca hasta el cuello. El corazón desbocado se me revolvía en el pecho, mientras la visión del cuerpo inerte de José María se repetía una y otra vez en medio de la oscuridad. Encendí la luz y la pesadilla desapareció, todo quedó en silencio y poco a poco fui recobrando el aliento. Sentía la lengua pegajosa y el cerebro hinchado dentro de la cabeza. Me recosté de nuevo, bañado en sudor, tiritando de frío, contemplando la inmaculada superficie del techo. Volví a imaginarlo, tirado, boqueando, tratando de jalar aire, mientras que una sangre casi negra iba formando una mancha a su alrededor. La certeza de que para mañana José María ya estaría muerto me provocó un estremecimiento. Sigue leyendo

Tu veneno

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Llegaste a media mañana sin la menor intención de dirigirme la palabra, como si yo no existiera, como si el tiempo que hemos vivido juntos no significara nada. Se puede decir que ni me viste, si acaso, era yo otro mueble más en la decoración de la casa. Arrastraste tu fastidio hasta la habitación y te encerraste en el baño. Tu silencio se hacía cada vez más pesado con el sol del mediodía. El calor húmedo se precipitaba inundando de sopor el aire, mientras los hielos se derretían en mi vaso. Sigue leyendo

Desnuda

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Nuevamente te refugias en la mancha de humedad que habita en la orilla del techo. Tu vista permanece anclada en ella para que no zozobre tu ánimo. El vaivén es lento, sudoroso, bestial, desbordado de un aliento que te sofoca. Tratas de no pensar, de desaparecer, de convertirte en una fría sombra, en un recuerdo perdido, pero es imposible. Sientes tu piel acosada, ultrajada, sientes la entrepierna herida, magullada hasta que un espasmo la inunda y tu cuerpo queda estremeciéndose, temblando de miedo y rabia. Finalmente lo empujas para quitártelo de encima. Lo contemplas recostado a tu lado, ebrio, adormecido. Te enderezas sentándote en la orilla de la cama, llena de la desnudez de tu cuerpo, con el alma en jirones y nuevamente el pesado muro contempla como brota una dura línea en tu entrecejo y tus ojos se llenan de lágrimas.

 

Espiral del dolor

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

En eclosión solitaria
de húmeda penumbra
emerge el dolor
y suavemente se acumula
giro tras giro

va hacinando su pena
en una concha dorsal
de angustia calcárea
y geometría de nautilo
sus tentáculos se estiran
escudriñan
claman consuelo
en el abandono del estío

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Cuántas veces

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

A Gabriela

“El amor es el silencio más fino”
Jaime Sabines

Cuántas veces he dibujado en tu cuerpo
antes y después de la tormenta
cuántas veces he llenado de colores
de luces y sombras
el espacio que yace entre nosotros
ese espacio que se repite
como el día y la noche
como un sueño que persigo
incansablemente
un sueño pleno de ti
rebosado de ternura de tus manos
saciado en tus callados besos
que agitan mi deseo
como corriente de río agitando lirios

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La última parada

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Inicio el viaje en la madrugada, cubriéndome con un abrigo de esperanzas para soportar el frío cotidiano del camino.  Me detengo por primera vez frente al espejo, que salpicado de tristeza muestra un rostro desgastado, con múltiples y diminutos arroyos que conozco casi de memoria. Cierro los ojos y la imagen se desvanece en el tiempo, se pierde en la oscuridad, giro sobre mí y lentamente los abro y avanzo hacia esa luz que se ve como el final de un túnel. Salgo de la recámara y veo los rayos del sol que agitan las partículas de polvo en el aire, que pasan a través de mí como si estuviera hecho de gotas de agua. Entonces pienso en tus lágrimas, con las que aderezabas todos esos platillos siempre rebosantes de olores, de esos olores que están almacenados en cada uno de los espacios de esta cocina por la que transito, en la que siento tu silueta desplazándose de una esquina a otra, llevando a todos lados tu pelo negro, que ahora imagino que acaricio, pero mi mano sólo cruza el aire y mis labios se resecan, mis labios que incansablemente te besaron y que bebieron tus estremecimientos como si lo hicieran en un oasis. Sigue leyendo