Desnuda

Por Óscar Dávila Jara (Moralito)

Nuevamente te refugias en la mancha de humedad que habita en la orilla del techo. Tu vista permanece anclada en ella para que no zozobre tu ánimo. El vaivén es lento, sudoroso, bestial, desbordado de un aliento que te sofoca. Tratas de no pensar, de desaparecer, de convertirte en una fría sombra, en un recuerdo perdido, pero es imposible. Sientes tu piel acosada, ultrajada, sientes la entrepierna herida, magullada hasta que un espasmo la inunda y tu cuerpo queda estremeciéndose, temblando de miedo y rabia. Finalmente lo empujas para quitártelo de encima. Lo contemplas recostado a tu lado, ebrio, adormecido. Te enderezas sentándote en la orilla de la cama, llena de la desnudez de tu cuerpo, con el alma en jirones y nuevamente el pesado muro contempla como brota una dura línea en tu entrecejo y tus ojos se llenan de lágrimas.